Destacamos como pieza del mes de diciembre el candil, una pieza de la colección permanente que forma parte de los diferentes útiles de luz que se usaron antes de la llegada de la electricidad a los hogares. 

Durante siglos el candil o lámpara de aceite fue una de las principales fuentes de luz en hogares, talleres, establos, convirtiéndose en objeto imprescindible de la vida cotidiana. 

El candil es un utensilio de iluminación que funciona mediante la combustión de una mecha impregnada en aceite o grasa. Su diseño es sencillo: un pequeño recipiente donde se deposita el combustible y una boquilla por donde asoma la mecha y cuya llama proporciona una luz tenue.

Los modelos tradicionales a partir de la lucerna de la antigüedad evolucionaron sin apenas variaciones en su diseño , aunque si lo hicieron los materiales y formas, dando paso a candiles metálicos de hierro o latón frente a los modelos clásicos de piedra o terracota. 

La pieza que se expone en el museo es un candil metálico formado por dos recipientes con pico superpuestos, uno mayor que otro. El recipiente superior también conocido como candileja sirve de deposito  y en el  se coloca tanto el aceite como la mecha, el inferior o más exterior se encargaba de recoger el aceite o grasa que escurriese de la mecha al arder. En su parte frontal se reconoce el pico o piquera, por detrás un mango que remata con dos semicírculos a distinta altura como elemento decorativo. En el extremo superior del mango aparece un orificio al que se une una varilla, que termina en gancho y que sirve para colgarlo de una viga, un clavo o llevarlo en la mano. 

La introducción de otros sistemas de iluminación como el quinqué y mas tarde de la electricidad supuso el abandono progresivo del uso del candil como fuente de iluminación. Hoy en día este objeto ha pasado a formar parte del patrimonio etnográfico testimonio de una vida ligada al esfuerzo, sencillez y autosuficiencia. 

Candileja  expuesta en el Torreón de Pernía