No podíamos dejar pasar el mes de septiembre sin recordar la vuelta al cole, y es por ello que este mes hemos elegido como ‘pieza del mes’ los pizarrines. Una pieza que traerá mucha nostalgia a muchos vecinos de la zona porque seguro que ellos mismos los usaron, ya que su uso se prolongó hasta aproximadamente los años 60, cuando empezaron a ser sustituidos por los cuadernos.
Los pizarrines son pequeñas pizarras de uso individual. Aunque es importante destacar que el término ‘pizarrín’, tal y como indica la RAE, se emplea para designar a la barrita de lápiz o de pizarra que se usa para escribir o dibujar en las pizarras de piedra. Sin embargo, dado que el término se utilizaba por diversos pueblos de La Cepeda haciendo alusión a la primera acepción (pizarra de uso individual), hemos querido mantener esa denominación.
En relación con su historia, estuvieron presentes en las escuelas durante siglos, aunque su uso masivo en España comenzó en 1838 unido al establecimiento de la escolaridad obligatoria. Su empleo fue en aumento debido a que presentaba unas características muy prácticas y económicas: era más barato que el papel y, además, reutilizable. En las clases, además de la pizarra de mayor tamaño, cada alumno solía tener la suya individual de pequeño tamaño donde los niños escribían sus primeras palabras, dibujaban o resolvían las cuentas que se escribían en la pizarra de mayor tamaño del aula.
Respecto a su estructura, estaba formada por una lámina de pizarra que representa la superficie para escribir o dibujar y que se empleaba por ambas caras. Todo ello aparece recubierto por un marco de madera y habitualmente con un orificio en el lateral para atar el cordel y el trapo para borrar. Aunque este es el modelo más común, existieron otros donde la lámina podía ser de piedra o mineral, de cartón tratado y pulimentado, de tela inglesa, realizadas estas últimas con telas sólidas barnizadas con gutapercha.
Pizarrines expuestos en el 'Torreón de Pernía' |
Sobre ellos se escribía con los pizarrines (como comentamos anteriormente en diversas zonas se designan con el mismo nombre tanto el utensilio para escribir como la superficie sobre la que se escribe) fabricados con clarión o con tiza, los cuales se podían borrar con un borrador de fieltro, esponjas o cepillos especiales para dicha función. Sin embargo, para este tipo de pizarras individuales el alumno optaba por escupir sobre la superficie y a continuación frotarla con un trapo. Curiosamente, este hecho tan poco higiénico fue uno de los detonantes para acabar con su uso. Y así se señaló en 1967 en una guía publicada por el Centro de Documentación y Orientación Didáctica de Enseñanza Primaria, en la que se indica: “Aunque cada vez su empleo es cada vez más restringido, todavía se utilizan en alguna escuela estos elementos de trabajo. Por razones higiénicas y pedagógicas debe desterrarse su empleo”.
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