Hasta la
segunda mitad del siglo XIX no se empezaron a reservar espacios exclusivos en
la vivienda para alojar los aparatos necesarios para el aseo personal y esto
fue introduciéndose de manera lenta. Hasta ese momento, el aseo personal se
hacía en un mueble llamado palanganero, de
madera o de hierro, donde se colocaba la palangana para lavarse, y a veces un
jarro con agua y jabón. Este tipo de muebles se instalaban dentro de los
dormitorios.
Para el aseo
personal, se utilizaban los palanganeros, enseres que acondicionaban una
palangana a la altura necesaria para lavarse con comodidad; de madera o metal,
eran más o menos sofisticados en función del poder adquisitivo de las familias.
Principalmente, se localizaban en los dormitorios aunque también podía haber
otro, bien en la antesala, bien en la cocina.
El palanganero
consta de un cerco superior en el que se encajaba la palangana y una o dos asas
laterales en las que se colgaban las toallas. A veces estos muebles podían
estar dotados de otros elementos como la jabonera. Entre las patas, a unos veinte centímetros
del suelo se encuentra una plataforma sobre la que se colocaba el cubo. Las
patas traseras se prolongaban para albergar un espejo que se alzaba sobre la
palangana en la parte superior. La palangana podía ser de metal o de loza. En
el segundo caso contaba con un orificio central con tapón para que el agua
cayera sobre el cubo.
La palangana,
también denominada jofaina, es un recipiente de forma circular de diámetro
variado, paredes troncocónicas que convenientemente se llena de agua, se
utilizaba normalmente para el aseo de cara y manos. Por su parte, el jarro, o
jarra, para el agua es una pieza de tamaño variable, fusiforme, de cuello alto
y boca ancha con piquera vertedora que está dotada de un asa que arranca en el
galbo y termina en la boca. Estas dos piezas formaban el palanganero. Desde el
punto de vista formal todos los jarros para lavabo se inspiraron en modelos
decimonónicos de plata y porcelana, los cuales fueron depurando sus líneas a
medida que la centuria avanzaba. Los objetos relacionados con la higiene
personal fabricados con hierro esmaltado en blanco -denominados coloquialmente
de porcelana- fueron muy populares en España y constituyeron durante décadas
una de las producciones estrella de las empresas del ramo. Su éxito se debió,
por un lado, a su moderado precio y a su durabilidad, ya que no se rompían al
caer o al golpearse y admitían reparaciones en caso de deterioros leves. Por
otro, el color blanco brillante con el que mayoritariamente se esmaltaron
transmitía una sensación de limpieza equiparable, sin duda, a la de la
porcelana auténtica.
Tras esta
breve explicación, se puede observar como esta pieza puede ser de variadas
formas y materiales, por ello, en el Torreón de Pernía se exponen dos de las
manos comunes, en el primer caso podemos ver el palanganero de madera, más
elaborado y sofisticado, al que se le añade un espejo, en el que también
observamos la jarra que se expone junto a él, este cuenta a su vez con un una
asa lateral a modo de toallero, y una superficie también en sus lados a modo de
jabonera o para colocar objetos personales de aseo.
Por otra
parte, el palanganero más sencillo de hierro, con un asa lateral a modo de
toallero. Así mismo presenta decoración con detalles en hierro forjado en la
parte inferior con motivo geométrico trilobulado.
Ambos se pueden encontrar en el aula etnográfica de
recreación ‘Cocina de humo cepedana’ en el Torreón de Pernía. Por último os compartimos algunas fotografías para que los podáis apreciar más en detalle.