martes, 6 de agosto de 2019

PIEZA DEL MES AGOSTO 2019


Hasta la segunda mitad del siglo XIX no se empezaron a reservar espacios exclusivos en la vivienda para alojar los aparatos necesarios para el aseo personal y esto fue introduciéndose de manera lenta. Hasta ese momento, el aseo personal se hacía en un mueble llamado palanganero, de madera o de hierro, donde se colocaba la palangana para lavarse, y a veces un jarro con agua y jabón. Este tipo de muebles se instalaban dentro de los dormitorios.
Para el aseo personal, se utilizaban los palanganeros, enseres que acondicionaban una palangana a la altura necesaria para lavarse con comodidad; de madera o metal, eran más o menos sofisticados en función del poder adquisitivo de las familias. Principalmente, se localizaban en los dormitorios aunque también podía haber otro, bien en la antesala, bien en la cocina.
El palanganero consta de un cerco superior en el que se encajaba la palangana y una o dos asas laterales en las que se colgaban las toallas. A veces estos muebles podían estar dotados de otros elementos como la jabonera.  Entre las patas, a unos veinte centímetros del suelo se encuentra una plataforma sobre la que se colocaba el cubo. Las patas traseras se prolongaban para albergar un espejo que se alzaba sobre la palangana en la parte superior. La palangana podía ser de metal o de loza. En el segundo caso contaba con un orificio central con tapón para que el agua cayera sobre el cubo.
La palangana, también denominada jofaina, es un recipiente de forma circular de diámetro variado, paredes troncocónicas que convenientemente se llena de agua, se utilizaba normalmente para el aseo de cara y manos. Por su parte, el jarro, o jarra, para el agua es una pieza de tamaño variable, fusiforme, de cuello alto y boca ancha con piquera vertedora que está dotada de un asa que arranca en el galbo y termina en la boca. Estas dos piezas formaban el palanganero. Desde el punto de vista formal todos los jarros para lavabo se inspiraron en modelos decimonónicos de plata y porcelana, los cuales fueron depurando sus líneas a medida que la centuria avanzaba. Los objetos relacionados con la higiene personal fabricados con hierro esmaltado en blanco -denominados coloquialmente de porcelana- fueron muy populares en España y constituyeron durante décadas una de las producciones estrella de las empresas del ramo. Su éxito se debió, por un lado, a su moderado precio y a su durabilidad, ya que no se rompían al caer o al golpearse y admitían reparaciones en caso de deterioros leves. Por otro, el color blanco brillante con el que mayoritariamente se esmaltaron transmitía una sensación de limpieza equiparable, sin duda, a la de la porcelana auténtica.
Tras esta breve explicación, se puede observar como esta pieza puede ser de variadas formas y materiales, por ello, en el Torreón de Pernía se exponen dos de las manos comunes, en el primer caso podemos ver el palanganero de madera, más elaborado y sofisticado, al que se le añade un espejo, en el que también observamos la jarra que se expone junto a él, este cuenta a su vez con un una asa lateral a modo de toallero, y una superficie también en sus lados a modo de jabonera o para colocar objetos personales de aseo.
Por otra parte, el palanganero más sencillo de hierro, con un asa lateral a modo de toallero. Así mismo presenta decoración con detalles en hierro forjado en la parte inferior con motivo geométrico trilobulado.
            Ambos se pueden encontrar en el aula etnográfica de recreación ‘Cocina de humo cepedana’ en el Torreón de Pernía. Por último os compartimos algunas fotografías para que los podáis apreciar más en detalle.