jueves, 24 de septiembre de 2020

PIEZA DEL MES SEPTIEMBRE 2020

 


    Finalizando el mes de septiembre y tras la recogida de muchas legumbres, como los garbanzos, os traemos un apero de labranza indispensable en estos momentos, y que por suerte no ha caído en el olvido, sino que en muchas casas agrícolas se sigue empleando. Se trata de diferentes aperos que aunque su función es la misma, la de cribar, su nombre, objetivo específico y características de materiales y formas son distintas. A ello, tenemos que añadir las diferentes variantes del léxico según la zona geográfica en la que nos situemos, incluso en la propia provincia de León los nombres de dichos aperos, aunque iguales, se denominan diferentes.

    

Atendiendo a estas características, nos centraremos en dos objetos concretos, que son los que podemos encontrar en el Centro Cultural y Etnográfico ‘Torreón de Pernía’: las cerandas y las cribas.






    Ambos son un tipo de herramienta manual, compuesta por un arco circular de madera, de unos cinco o seis dedos de alto, con un fondo diversamente agujereado y de diferentes materiales (de ahí surgirán las diversas tipologías), cuya finalidad es separar las partes menudas de las gruesas y/o eliminar las impurezas.

    La técnica de su empleo es muy sencilla, cuando hace aire se echa en la criba el material, e izándola por encima de la cabeza se van dejando caer poco a poco los granos o legumbres, quedando estos en un montón y las impurezas delante. También se puede cerner, con movimientos circulares, quedando la paja arriba y el grano abajo.

    Atendiendo al léxico, hemos recurrido a José Ramón Morala y el Corpus Léxico de Inventarios del Siglo de Oro,  en el que se estudia el léxico de la vida cotidiana.

    Por ello y comenzando  por la ceranda, el Diccionario de la Real Academia, nos remite a zaranda y la define como ‘criba’ en su primera acepción y como ‘cedazo rectangular con fondo de red de tomiza, que se emplea en los lagares para separar los escobajos de la casca.’ Sin embargo, esta definición ya implica connotaciones y es que el cedazo es distinto a la criba, ya que, mientras la primera se emplea para limpiar el cereal o las legumbres, el cedazo es mucho más fino, y se utiliza para limpiar las impurezas de la harina (también llamado en algunos caso piñera).

    Remitiéndonos a José Ramón Morala, la variante con /a/ (zaranda) a pesar de estar registrada tradicionalmente por los diccionarios, es una palabra escasamente vista en la documentación notarial, apareciendo en puntos dispersos como Soria, Albacete, Cuenca o Huesca. Mientras la variante con /e/ (ceranda) se usa de modo habitual en los inventarios de la franja occidental peninsular, con especial mención a los procedentes de León, Zamora y Cáceres.

    Estos mismos inventarios, muestran la diferencia entre criba y ceranda, que aunque tuvieran una función similar presentan características diferentes, en este caso la ceranda con agujeros más grandes.

    Continuando por criba, el Diccionario de la Real Academia Española, la define en su primera acepción como ‘utensilio consistente en un aro con una malla u otro material agujereado fijados en él, y que sirve para cribar’ y en la segunda como ‘cada uno de los aparatos mecánicos que se emplean en agricultura para cribar semillas, o en minería para lavar y limpiar los minerales.’ Curiosamente, como se ha visto, el término genérico que se registra es el femenino, para el masculino, cribo, remite a la forma del femenino. Sin embargo, el término originario es cribo, resultado de crību, forma disimilada del latín crībrum.

    A ello añadir que en algunas zonas, se mantienen ambas formas, considerándose piezas diferentes, de nuevo por sus características, al igual que ocurría con la criba y ceranda, comentada anteriormente. Así José Ramón Morala hace mención al inventario realizado en 1625 en Santas Martas (León) donde se mencionan cuatro cribos y cuatro cribas.

Para finalizar esta breve reseña y en relación a las áreas de uso, los ejemplos del masculino cribo quedan restringidos a unas cuantas provincias norteñas (Cantabria, Asturias, León, Zamora, Salamanca, Palencia, Burgos), mientras que la de criba, mucho más amplia, presenta ejemplos en prácticamente todo el territorio peninsular.


Bibliografía:

Morala, J.R., Relaciones de bienes y geografía lingüística del siglo VII, Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua. 2012

Morala, J.R., Léxico histórico: sobre cribas, cedazos y harneros, El español a través del tiempo: estudios ofrecidos a Rafael Cano Aguilar, 2016

                 

 


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